La violencia sicologica contra las mujeres en Colombia.

AuthorRueda, Laura
PositionReport
Pages165(24)

Psycological violence against women in Colombia

1 Introducción

La violencia sicológica contra la mujer constituye un serio problema, no sólo por sus consecuencias sobre la salud de la víctima, sino por los costos que tiene para la sociedad. Más allá de las evidencias visibles que el maltrato físico deja, el maltrato sicológico constituye una forma de abuso más sutil y difícil de percibir, pero no por eso menos traumático para las mujeres que lo padecen.

El objetivo principal de este artículo es analizar los factores asociados a la violencia sicológica contra la mujer en las familias colombianas, e identificar cuáles de ellos muestran una mayor relevancia, relativa a la explicación del fenómeno. El tema es destacado, dado que muchas de las estadísticas existentes y de los debates sobre la violencia contra las mujeres no incluyen el tema de la violencia sicológica. El documento busca, entonces, caracterizar el fenómeno de la violencia sicológica de pareja contra la mujer, en términos de factores socio-demográficos como la composición familiar, la edad y la región, entre otros, de manera que permita informar las decisiones de política que buscan combatir el problema.

Mediante modelos de regresión de variable categórica, se estima la probabilidad de que las mujeres experimenten diferentes tipos de comportamientos clasificados como violencia sicológica. Los resultados indican que factores como la educación, la riqueza del hogar y el estar legalmente casada (factores que aumentan la independencia y el estatus de la mujer en la relación) están asociados con una menor probabilidad de que una mujer experimente violencia sicológica de pareja en su contra. Por el contrario, el hecho de haber sido víctima de violencia en la niñez está asociado con una mayor probabilidad de ser abusada sicológicamente. Los resultados también indican que existen diferencias regionales en la probabilidad de que una mujer sufra violencia sicológica.

La siguiente sección contiene literatura de la violencia de pareja desde el punto de vista económico, el cual implica la distribución de recursos al interior del hogar, al igual que los trabajos empíricos que intentan explicar el surgimiento de la violencia de pareja. En la sección tres se exponen los datos usados en el análisis de los factores asociados a la violencia sicológica de pareja en las familias colombianas, y sus ventajas frente a otras bases de datos. La sección cuatro describe el modelo econométrico, usado para medir la incidencia de la violencia sicológica de pareja en Colombia y sus regiones. La sección cinco contiene el análisis empírico de los factores asociados a la violencia sicológica de pareja en Colombia, y en la sección seis se exponen algunas reflexiones finales y recomendaciones.

2 Revisión de literatura teórica y empírica sobre la violencia de pareja

La economía de la familia, que nace con los estudios pioneros de Samuelson (1956) y Becker (1981), ayuda a entender la asignación de recursos al interior de la familia, a través de modelos cooperativos y procesos de negociación que se dan al interior de ésta. Estos modelos teóricos conciben a la familia como un sujeto activo de las interacciones económicas tanto desde la producción al interior de la unidad familiar como en la manera en que se toman las decisiones intrafamiliares. Dentro de esta teoría, tienen lugar los modelos unitarios, que hacen referencia al grupo familiar como una unidad que toma decisiones de manera conjunta, y consigue acuerdos que se manifiestan en preferencias de la familia como una unidad, las cuales se encuentran restringidas por un fondo común de ingreso. Esta visión implica el diseño de un mecanismo, una función de bienestar social, en donde las preferencias de la familia sean las manifestaciones de las decisiones de grupo, y en donde se respetan las las decisiones individuales de cada miembro de la familia (Manser y Brown, 1980; McElroy y Horney, 1981).

Cabe destacar que los resultados que surgen de la acción n de cooperar pueden ser mejores, en términos de bienestar, que las soluciones no cooperativas, aunque esto no necesariamente implica que la distribución sea equitativa para las partes, una vez solucionado el conflicto. También, es importante resaltar que la cooperación no implica, necesariamente, una motivación egoísta para ser elegida como mecanismo de decisión, lo que sugiere que el comportamiento egoísta es consecuente con la cooperación. Elster (1989) señala lo siguiente: "[...] la conducta egoísta orientada al resultado es una motivación suficiente para optar por cooperar en grupo". La ventaja que ofrece el modelo de negociación y sus soluciones en el análisis económico de la familia es que permite "[...] trazar el problema del conflicto de intereses al interior de las familias [...] [,y] combinar los elementos del conflicto con la cooperación en una estructura que permite enfrentarlo de forma conjunta [,] y no de forma aislada como en los modelos unitarios" (Sen, 1989).

Los modelos cooperativos, como instrumentos de análisis, permiten generar interacciones entre los agentes económico-sociales, y constituyen una buena herramienta en el análisis cooperativo de los individuos. En este sentido, el modelo de negociación proporciona un avance teórico en el tema, debido a que permite la interacción y provee un mecanismo para analizar problemas que involucran decisiones conjuntas, cuando de asignar recursos se trata. También, permite observar cómo los problemas de elección n y asignación de recursos en la familia pueden ser explicados por factores como las instituciones que afectan la distribución familiar de bienes (Sen, 1989; Folbre, 1995; Katz, 1997).

Los primeros estudios de la familia conciben el matrimonio como una institución cooperativa, en la cual ambos cónyuges actúan como si fueran altruistas; distribuyendo bienes y tiempo para satisfacer un conjunto de preferencias comunes en la familia. En contraste, los modelos de negociación desarrollados por Manser y Brown (1979,1980) y McElroy y Horney (1981) consideran a cada cónyuge como una parte independiente, con sus preferencias. De acuerdo con esto, llegan a una función de utilidad de la familia, que incorpora las preferencias de ambos individuos. Además de que la optimización es sobre una función de utilidad cooperativa, la solución debe proporcionar a cada cónyuge un nivel de utilidad, al menos, igual al que obtendrían por fuera del matrimonio. Este nivel mínimo de utilidad constituye el punto de amenaza individual en la negociación de la pareja.

Estudios sobre la familia que no involucran modelos cooperativos han sido parcialmente ignorados, y resultan poco usuales; sin embargo, los hogares caracterizados por violencia de pareja parecen estar mejor explicados por modelos que no postulan el comportamiento cooperativo de sus miembros.

Los modelos no cooperativos de la familia son útiles para caracterizar el comportamiento de los hogares donde se presenta violencia. Tauchen et al. (1991) presentan uno de los primeros trabajos en que se modelan, explícitamente, los determinantes de la violencia al interior de la familia. En los trabajos de Tauchen et al. (1991); Tauchen y Witte (1995), y Farmer y Tiefenthaler (1997) se aborda a la familia como una interacción no cooperativa, donde cada cónyuge trata de satisfacer al máximo sus propias preferencias, con la restricción de que no se puede obligar al otro a permanecer en la familia si su bienestar dentro de ella es inferior al que alcanzaría fuera de ella.

En los modelos de estos autores, el cónyuge abusador usa la violencia para inducir ciertos comportamientos de ella y aumentar su utilidad, e incrementar directamente su propia utilidad. Así, una parte de la violencia de pareja se consideraría racionalizable, en la medida en que cumple dos papeles para quien la ejerce: (1) instrumental, como medio para conseguir que el otro modifique su comportamiento en la dirección que el violento desea, y (2) expresivo, como medio para manifestar su estado o sus frustraciones. Ambos papeles pueden generar violencia física o sicológica.

El modelo económico supone que el cónyuge que ejerce violencia maximiza su propia utilidad, la cual depende, entre otros factores, de las transferencias de renta que hace a su pareja (para compensarla por el maltrato y evitar que deje el matrimonio) y el nivel de violencia sicológica que ejerce. El otro cónyuge, por su parte, sólo obtiene de la relación el nivel mínimo de utilidad (punto de amenaza), ante el cual es indiferente entre estar o no estar en la relación. Factores externos como la dependencia afectiva, la independencia económica, los hijos, entre otros, afectan el punto de amenaza, y, por consiguiente, afectan el nivel de violencia que la persona abusada esta dispuesta a tolerar.

Los agresores se comportan como si compraran mediante transferencias de renta (o cualquier otro bien marital) el "aguante" de su pareja. Se entiende este tipo de violencia expresiva como una forma barata de conseguir el comportamiento deseado del cónyuge, mucho más que las transferencias monetarias u otros recursos, como los hijos y los bienes, entre otros. Una de las implicaciones de este modelo es la existencia de una relación inversa entre el nivel de violencia y el nivel de independencia económica de la mujer (que puede ser aproximado, empíricamente, por su nivel educativo, el número de hijos, u otras variables): a mayor independencia económica, menor es el nivel de violencia que está dispuesta a soportar la parte abusada. La independencia económica obtenida por la mujer (de su trabajo, de programas de asistencia pública, de su propia familia, o de mejores condiciones por fuera de la relación) deriva, en una menor importancia, de las transferencias del abusador, lo que reduce la capacidad de éste para "comprarle" tolerancia ante la violencia (Tauchen et al., 1991).

En la medida en que el umbral de tolerancia de la mujer sea desconocido para su pareja, el uso de...

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