La pesadilla de Simón Bolívar.

• Author: Colitt, Raymond
• Position: Viajar por carro en Ecuador, Colombia y Venezuela - TT: Sim

Si Simon Bolivar fuera a repetir su legendaria marcha a través de los Andes entre 1821 y 1823, se quedaría pasmado ante los obstáculos a la integración regional y el libre comercio que existen hoy.

En un reciente viaje en auto con un amigo y colega desde Quito hasta Caracas, me percaté de que el comercio y los viajes por tierra entre los tres principales países del agobiado Pacto Andino pueden ser un reto tan difícil como el que afrontaban los mercaderes de la Europa medieval: rutas agrestes, asaltantes de caminos, trabas aduanales y corrupción.

Antes de iniciar el viaje de 3.000 kilómetros, habíamos pasado más de una semana y gastado varios cientos de dólares en conseguir los permisos y pases necesarios para viajar por la zona supuestamente de libre comercio del Pacto Andino.

Dejando a nuestra espalda los volcanes de cimas nevadas en el horizonte quiteño, nos dirigimos hacia la frontera colombiana, armados con un legajo de documentos sellados y autenticados. Para nuestra sorpresa, en el puesto fronterizo no había nadie. Mientras los políticos en Quito y Bogotá estaban ocupados en negociaciones comerciales y arancelarias, el aduanero se había ido a almorzar. Los turistas y los traficantes de cocaína, los ladrones de autos y los comerciantes honrados podían cruzar la frontera a su antojo.

El viaje por la Carretera Panamericana entre las ciudades de Ibarra, en Ecuador, y Popayán, en Colombia, es un recorrido tan lleno de belleza como de peligro. Bajar por caminos montañosos, esquivando huecos profundos en el pavimento, vacas, pollos y ciclistas en la vía principal de Sudamérica, es bastante difícil para un automóvil, por no hablar de un camión remolque cargado con media docena de autos ensamblados en Ecuador con destino a Bogotá. Curvas mortales sin señalización, recientes deslizamientos de tierra y caminos inundados le agregan emoción a la travesía.

Nos habían aconsejado que no nos desviáramos de la carretera y que no viajáramos de noche. Pero gracias al derrumbe de un puente cerca de Bucaramanga, que nos obligó a tomar un desvío de 500 kilómetros por Pamplona, no estábamos siguiendo el consejo, a pesar de que cruzábamos un territorio infestado de guerrilleros.

No saber si las numerosas sombras armadas y uniformadas que merodeaban por la zona eran amigos o enemigos no era un gran consuelo. El asalto y secuestro de viajeros, especialmente extranjeros, son pasatiempos favoritos de las guerrillas. "Nuestro horario, las...