Fuera del juego.

AuthorLove, Elizabeth
PositionTT: Out of play.

Una mujer árbitro denuncia la discriminación laboral en Argentina.

Desde los siete años, cuando su padre le afeitaba la cabeza y alteraba sus papeles para que pudiera jugar en una liga de chicos, Florencia Romano vive consagrada al fútbol.

Pero hoy, como la primera mujer árbitro de Argentina, sólo trabaja en juegos de reserva, está condenada al ostracismo por sus colegas masculinos y apenas gana lo suficiente para vivir. "Es una batalla constante, pero me niego a claudicar", dice la decidida mujer de 29 años. "Sé lo que quiero ser y llegaré a la cumbre o moriré en el intento".

El fútbol es cosa sería en Argentina. Las familias apoyan a su equipo durante generaciones y las pasiones alcanzan un grado febril. Para muchos, la noción de una mujer árbitro en lo que podría considerarse el último bastión masculino, es irritante.

"Lo primero que hacemos los hombres por la noche es ver fútbol, mientras nuestras esposas leen, tejen o cocinan", dice Lucas Saillace, reportero de la revista de deportes El Gráfico. "El hecho que las mujeres entren en el fútbol, que es una cosa nuestra, en general nos molesta un poco".

Funcionarios de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) niegan que el machismo tenga algo que ver con el trato que recibe Romano. Alegan que no ha progresado porque los informes de los supervisores de la AFA indican un desempeño mediocre en el terreno. Pero Romano afirma que la objetividad de esos supervisores está en tela de juicio porque trabajan para la AFA, que desde el principio se ha opuesto a su participación en el deporte.

"¿Saben por qué no quieren darme una oportunidad en un partido importante? Porque voy a hacerlo tan bien, tan por encima de los demás, que de la vergüenza se van a dar de cabezazos contra la pared", dice Romano.

La menuda Romano sabe lo que son las dificultades. Después de graduarse en 1992 en una escuela de árbitros de la provincia de Tucumán, ninguna de las ligas locales la contrató, con la excusa de que podía lesionarse en el campo. Buscó empleo en Buenos Aires en 1994, pero le dijeron que tendría que someterse nuevamente a una escuela de árbitros aprobada por la AFA. Para entrar en una de esas escuelas, Romano tuvo que rogarle al director que aceptara su solicitud a pesar de ser una mujer, "lo que hizo sólo porque le di lástima", relata.

Tarjeta amarilla. Al graduarse en 1995, Romano vio cómo sus compañeros se preparaban a firmar contratos con la AFA, mientras a ella le decían que debía tomar otro curso, que...

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