Soya, el grano de oro: un cultivador boliviano trata de conservar el suelo y perturbar la tierra lo menos posible.

AuthorBowen, Sally
PositionTT: Soy bean, the golden grain: a Bolivian farmer tries to preserve the soil and disturb the land as little as possible

Un cultivador boliviano trata de conservar el suelo y perturbar la tierra lo menos posible.

Noventa y siete kilometros al este de la ajetreada ciudad boliviana de Santa Cruz, pasando una hilera de enormes y relucientes silos, un coche tirado por un caballo recorre tranquilamente la carretera. Un campesino rubio, con un overol de mezclilla, conduce el anticuado vehículo; a su lado va una mujer delgada con un vestido de algodón hasta el tobillo y un sombrero de ala ancha cuya sombra oculta pudorosamente su rostro.

En esta zona fronteriza, lo tradicional y lo moderno, lo local y lo foráneo, se combinan en un propósito común: plantar y cosechar soya, el "grano de oro" que ha abierto las tierras bajas del este de Bolivia. Los excepcionales suelos permiten a los campesinos cuidadosos cosechar más de cuatro toneladas métricas por hectárea, sin tener que aplicar la gran cantidad de fertilizantes que se necesita en las ácidas tierras brasileñas.

En la década pasada, las riquezas naturales atrajeron al departamento de Santa Cruz a decenas de miles de inmigrantes campesinos. Hay colonias de japoneses, hay menonitas que han llegado a Bolivia desde México, Canadá y Paraguay. Pero los más numerosos son los brasileños del otro lado de la frontera: se calcula que producen alrededor del 40% del poco menos de un millón de toneladas de soya que Bolivia cosecha anualmente.

Pero es Julio León Prado, el magnate boliviano de la banca y los negocios, el que dirige la operación de soya más grande y de más eficiencia de la región. Su hacienda San Rafael abarca 23.000 hectáreas y más de la mitad de ese terreno está en plena operación. La soya representa la tercera parte de todos sus cultivos.

En estos llanos, que se extienden hasta la frontera brasileña, los campos de León Prado no parecen tener límites, pero están bien trazados. Cada franja de 61 metros de ancho está separada de la siguiente por tramos de árboles de 13 metros. Una inspección más a fondo revela que la base de las recias plantas de soya está rodeada por una capa de hojas secas de un cultivo anterior.

"Tuve la mala suerte de ver cómo se destruían los suelos en Argentina y la suerte de aprender a evitar esa destrucción con métodos adecuados", dice el argentino José Hidalgo, gerente de la hacienda desde hace seis años.

"En Bolivia tenemos que evitar la clase de 'terrorismo agrícola' que ha arruinado las tierras en otras partes. La clave está en perturbar la tierra lo menos posible".

En San Rafael, el...

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