Cuba, lo que trae el futuro.

AuthorHern
PositionTT: Cuba, what the future awaits.

La vejez de Fidel Castro ha redoblado las preguntas sobre lo que sucederá en Cuba cuando el dictador de la era contemporánea que por más tiempo ha gobernado muera o pierda las facultades. Estas preguntas se formulan en todas partes: en las deterioradas calles habaneras, donde todavía ruedan automóviles norteamericanos de hace medio siglo; en los cafés de la Calle Ocho de Miami, eje de la emigración cubana a Estados Unidos; en las casas de gobierno de las Américas y de Europa, y en las juntas directivas de las empresas transnacionales. Las preguntas se hacen en distintos idiomas y con distintos grados de nivel académico y de apasionamiento, y siempre naufragan en un mar de dudas.

Con el propósito de sondear este mar proceloso, The Americas Society recoge en Cuba: the Contours of Change (Cuba: los contornos del cambio) las opiniones de un grupo de académicos que llevan años estudiando el experimento socialista de la isla. El libro es una instantánea de las circunstancias en que se encuentra Cuba tras la desaparición de su madrina, la Unión Soviética, y del bloque socialista, los "países hermanos" en cuyo sistema económico Castro encajó el proyecto cubano, recibiendo subsidios y un trato ventajoso en el intercambio comercial, particularmente en la venta de azúcar. Pero, más que nada, esta obra echa un vistazo al futuro y trata de dar una visión plausible de lo que podría estar al doblar de la esquina.

O mejor dicho: varias visiones. Los autores difieren marcadamente en varios aspectos, como el del embargo norteamericano. David Rothkopf, por ejemplo, observa que a pesar de los escrúpulos democráticos, Estados Unidos no deja de mantener relaciones con países no democráticos, realidad en la que inmediatamente salta a la vista el caso de China, país que junto con la apertura económica mantiene un despotismo político, y cuyo modelo podría copiar Cuba, según varios autores, Rothkopf piensa que la normalización de las relaciones de Estados Unidos con la isla podría acelerar el ritmo de la reforma, o quizá no, pero de todas formas aliviaría la penuria económica en Cuba y evitaría un trastorno social que amenazaría los intereses norteamericanos, quizá en la forma de un éxodo como el del Mariel en 1980 o el de los balseros en 1994. Susan Kaufman Purcell apoya el embargo como catalizador de cambios, y señala que las relaciones de La Habana con el resto de Occidente y con Latinoamérica no han mellado el carácter totalitario del régimen cubano.

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