Moda de favela: costureras de barrios marginales entran en el mundo de las supermodelos.

AuthorDownie, Andrew
PositionModa

EN UNA FAVELA SITUADA EN UNA COLINA, desde donde se divisan condominios de lujo y el mar azul de esta metrópolis tropical, varias mujeres hacen girar los pedales de sus máquinas de coser mientras guían con las manos pedazos de tela.

No es otra fábrica tercermundista donde mujeres explotadas cosen pelotas o camisetas para multinacionales que extraen grandes ganancias. Estas costureras son una rara historia de éxito en las favelas de Río. Su habilidad ha llegado a ser tan célebre en el mundo de la moda de Brasil que ahora producen ropa para supermodelos como Naomi Campbell.

La Cooperativa de Trabajo Artesanal y de Costura (Cooparoca) está en Rocinha, uno de los mayores barrios marginales de América del Sur, con 200.000 habitantes. Las mujeres se anotaron un gran triunfo el año pasado al firmar un contrato de US$100.000 con una casa de modas de São Paulo. Esa asociación con M. Officer dejó mudos a los pesimistas que dudaban que las vecinas de las favelas pudieran confeccionar ropa de alta costura. M. Officer está en la vanguardia del auge de la moda en Brasil. Su ex modelo Giselle Bundchen llegó a ser una supermodelo internacional.

Cuando Carlos Miele, presidente ejecutivo de M. Officer, uno de los diseñadores de modas más célebres de Brasil, forjó la relación con Cooparoca, no era la primera vez que adoptaba una idea controversial. Miele contrató a Bundchen en 1996, antes de que se hiciera famosa. También fue el primer diseñador en poner a modelos minusválidas en las pasarelas. Miele, que tiene 36 años, paga a las costureras de la favela para que produzcan los parches, el crochet y otros adornos para sus ropas.

"Nuestra sociedad excluye a muchos, y mi trabajo consiste en incluir a muchos", dice Miele. "Lo único que hice fue darles una oportunidad. Ahora me siento feliz porque tengo un gran producto y ellas están felices porque trabajan".

La idea de una cooperativa femenina se le ocurrió a la socióloga María Teresa Leal en 1981. En una visita a Rocinha, advirtió que las inmigrantes del Nordeste tenían un gran interés en la moda. Convenció a varias empresas textiles a donar sus excedentes de tela, y reunió a las mujeres para que hicieran cojines, pompones y cobertores.

Tras vender informalmente los productos a amistades durante varios años, las mujeres inscribieron su cooperativa en 1987 y recibieron donaciones del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas y una línea de crédito del gobierno que les permitieron comprar la choza en la colina que...

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