Cosecha de fármacos.

AuthorGarber, Ken
PositionMedicine de la jungla - TT: Harvest of pharmaceuticals. - TA: jungle medicine

La búsqueda de sustancias medicinales exige grandes inversiones.

El siglo XX fue la época dorada de la bioprospección, al menos para las farmacéuticas del hemisferio norte. En los años 40 y 50, las farmacéuticas de Estados Unidos y Europa le pedían a sus empleados cuando viajaban que trajeran muestras de suelos y plantas para buscar compuestos medicinales. El cloranfenicol, por ejemplo, con el que aún se trata el tifus, se descubrió en un montón de estiércol recogido en Venezuela en 1944. El antibiótico le generó cientos de millones de dólares a la farmacéutica Parke-Davis, pero Venezuela no vio un centavo.

Han llegado tiempos difíciles para la bioprospección en América Latina. En la última década, científicos extranjeros, farmacéuticas, países anfitriones y grupos indígenas han tenido problemas y a veces han chocado abiertamente. La vieja actitud de carta blanca desapareció en 1992, en la Cumbre de la Tierra en Río, donde 140 países firmaron la Convención de Diversidad Biológica, que oficializó el principio de la compensación justa para los países que permiten la bioprospección.

¿Pero cómo se debe compensar a los países donde se descubren los medicamentos? No basta con los derechos de la venta de productos comerciales. Como esos derechos quizá comiencen a pagarse después de varios años, si acaso, los países pueden quedar con las manos vacías. A menos que las firmas de bioprospección ofrezcan beneficios tangibles, enfrentan oposición política, agitación local y un rechazo tajante. Pero ya aparecen exitosos modelos de cooperación.

Panamá es un ejemplo. Científicos de la Universidad de Utah y del Instituto de Investigaciones Tropicales Smithsonian colaboran con varias instituciones panameñas en un proyecto de búsqueda de sustancias medicinales en la selva. Seis laboratorios panameños analizan y purifican cientos de muestras. "Funciona mucho mejor de lo imaginado", dice la investigadora Phyllis Coley, de Utah.

Beneficio local. Coley y su esposo, el especialista en ecología tropical Tom Kursar, concibieron el proyecto hace ocho años. Alarmados por la deforestación en Panamá, calcularon que si la bioprospección generaba empleo y ganancias suficientes, podrían brindar una alternativa económica a la tala de bosques.

"Esperar por los derechos es inútil", dice Coley. "Discutimos mucho y tratamos de cambiar el modelo para que fuera más beneficioso para un país en desarrollo". Pero los laboratorios se negaron a pagar la recogida y proceso de muestras...

To continue reading

Request your trial

VLEX uses login cookies to provide you with a better browsing experience. If you click on 'Accept' or continue browsing this site we consider that you accept our cookie policy. ACCEPT