La batalla de la sierra.

AuthorFabey, Michael
PositionTT: Battle for the Sierra.

Los camioneros deben eludir a los asaltantes en la carretera más transitada y peligrosa de Brasil.

Los vecinos la llaman garoa. Es una fina llovizna que lo empapa todo. Nada la detiene, ni sombreros, ni paraguas. Mientras inspecciona un camión de Trans Postes en la terminal de esa empresa de transporte terrestre brasileña en las afueras de Sao Paulo, lo más que el despachador Antonio Carlos Silva puede hacer para que el agua no le caiga en los ojos es pasarse su robusto antebrazo por la frente.

A pesar de la lluvia, Silva y su chofer, Paulo S. De Lima, revisan minuciosamente la lista de seguridad antes de despachar el vehículo. El viaje será corto: 72 kilómetros desde la Serra do Mar hasta el puerto de Santos. "Tenemos que comprobar que todo esté bien", dice Silva. Más que nadie, él sabe lo que esta clase de tiempo significa para la ruta: congestión vial, deslizamientos de piedras, asaltantes.

En un país donde más de las dos terceras partes de toda la carga se transporta en camión y los robos son comunes, esta carretera desde la mayor ciudad de Sudamérica hasta su mayor puerto es la peor de todas. Y se pone peor. Según compañías de transporte de carga, los asaltos aumentaron en un tercio, a más de 1.700, en 1999 en comparación con 1998, cuando se robaron más de US$100 millones en mercancías en Sao Paulo y sus alrededores. Wilson de Avellar, gerente de la compañía de camiones Sax, dice: "Trace un círculo con un radio de 50 kilómetros alrededor de Sao Paulo. Ahí es está toda la acción".

A mano armada. El despachador Silva lo sabe muy bien. Hace menos de un año, cuando llegaba a la ciudad con un cargamento de rollos de papel, el camionero de 47 años quedó atrapado en un embotellamiento en la autopista Marginal, una de las más congestionadas de Sao Paulo. "Era un viernes a las ocho de la noche", recuerda Silva. "Y estaba lloviendo".

El cercano río Tietê, rebosado, llegaba a la carretera y dificultaba el lento avance de los autos y los camiones. Silva se quedó esperando al volante de su vehículo, "deseando que el tráfico se moviera de una vez".

Lo único que se movió fue un pequeño revólver que de pronto le pegaron a un lado de la cara. "Era el jefe de la banda. Me dijo que si no resistía, no habría problemas. Sólo querían la carga", relata Silva.

En un segundo, otros tres ladrones abrieron el remolque, bajaron los rollos de papel y los pasaron a un camión más pequeño en una calle lateral. Con igual rapidez, la carga desapareció en la oscuridad...

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