Aroma amargo.

AuthorWilson, James
PositionTT: Bitter aroma.

Los cafetaleros de Colombia cosechan tiempos difíciles, y las importaciones pueden empeorar las cosas.

Los arbustos verde oscuro de cafeto aún cubren las empinadas cuestas que rodean a Pereira, una ciudad de 400.000 habitantes en el corazón del distrito cafetalero de Colombia. Pero Ciro Medina, mientras maneja hacia la finca Tasmania, su hacienda cafetalera, señala los tramos de hierba y los esporádicos bananos que crecen en las laderas de las colinas. "Esas son fincas cafetaleras abandonadas", dice.

Estas tierras baldías son cada vez más comunes en el departamento de Risaralda, del que Pereira es la capital, así como en los vecinos departamentos de Caldas y Quindío. Estos tres departamentos, la Zona Cafetera, producen más de la cuarta parte del grano. Las fincas abandonadas ilustran el deterioro del sector a causa de la baja de los precios mundiales, el alza de los costos, las plagas y una feroz competencia internacional. Hasta el clima y los desastres naturales han conspirado contra los colombianos: el año pasado, un fuerte terremoto devastó casas e infraestructura.

Fedecafé, la federación nacional de cafetaleros y la asociación más poderosa del sector en Colombia, ha sufrido tiempos difíciles. Fedecafé ha tenido que vender muchos negocios y se ha visto obliga da a entregar al gobierno Bancafé, uno de los mayores bancos del país, debido a graves pérdidas. Se ha erosionado su capacidad de invertir en el sector y a la vez de mantener su sistema de precios subsidiados a los cultivadores.

A pesar de esos problemas, pocos cafetaleros esperaban la noticia de que Colombia tal vez necesite importar café para cubrir el consumo interno en el 2001. Se teme que la producción de este año sea la más baja jamás registrada: unos 9 millones de sacos de 60 kilos, en comparación el promedio de 13 millones de sacos.

Para un país que exporta café desde 1835 y que se ufana de producir el grano de mejor calidad del mundo, es un golpe bajo. "Decir que vamos a traer café malo para tomarlo es una afrenta a nuestro orgullo", se queja Medina.

Al sur, cerca de Pereira, en el portal de la cabaña que construyó hace 20 años cerca de su pequeña parcela, Octavio Bonilla habla con pesimismo de la industria que ha sido su vida. "Todo sube menos el café", se lamenta.

Bonilla nació a pocos metros de aquí hace 65 años. Su abuelo fue el primero en sembrar café en esos parajes. Pero ahora está harto de la magra cosecha y del alto costo de los plaguicidas y fertilizantes. Está...

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