Colonia de aislados: los ultimos residentes de un leprosorio enfrentan un futuro incierto.

AuthorChesnut, Mark
PositionClase Ejecutiva

En 1944, un médico raspó una pequeña tira de piel del codo de Ruth Thompson, que tenía 12 años. El análisis reveló que la niña de Almirante, en Panamá, tenía lepra.

Como cientos de panameños en la primera mitad del siglo XX, el futuro de Thompson estaba decidido. Tuvo que irse a vivir sola en el leprosorio de Palo Seco, en la Zona del Canal. "Ni siquiera sabía qué era la lepra", relata. "Cuando vine, era la única niña. Vivía con una señora llamada Segunda Guevara, que me cuidó hasta que cumplí los 15 años".

Hoy, más de la mitad de Palo Seco está vacía. Las estatuas de los santos contemplan los bancos vacíos de la polvorienta capilla. Sólo quedan ocho pacientes, junto con un puñado de pacientes de Alzheimer y jóvenes inválidos, abandonados por sus padres en hospitales. Pero nadie sabe cuánto tiempo seguirá habitado este cuadrilátero de dormitorios de madera. Se rumora que la propiedad, situada en un terreno de 138 hectáreas en la selvática costa del Pacífico, vale más como inmueble que como centro de atención médica. Y Panamá está en medio de una gran campaña de desarrollo turístico.

Cuando el gobierno norteamericano abrió Palo Seco en 1907, tenía mucha experiencia en el aislamiento de pacientes. Tras una alarma mundial de lepra en la década de 1890, administraba centros similares en Puerto Rico, Louisiana, Hawai y Filipinas.

En Palo Seco, los funcionarios de salud se esforzaban por limitar el contacto de los pacientes con el mundo exterior. La correspondencia se esterilizaba con una plancha caliente antes de salir del centro. Entre 1919 y 1952 se usó una moneda especial, acuñada en la casa de la moneda de Philadelphia, para aislar de la gente sana el dinero tocado por los leprosos.

La mayoría de las precauciones eran innecesarias. El temor a la enfermedad siempre ha sido mayor que el riesgo de contagio.

En Palo Seco llegaron a vivir 150 pacientes. En 1952, unos 40 trabajaban para la colonia como ordenanzas, camareros, carpinteros y empleados de mantenimiento. Otros criaban pollos, cazaban, pescaban o recogían frutas y verduras, que vendían al economato. Un paciente se dedicaba a contratar a artistas para hacer funciones en Palo Seco.

Ya adulta, Thompson administró el mercado subsidiado por el gobierno, donde los residentes compraban crema de afeitar, jabón, betún para limpiar zapatos, pasta de dientes, cigarrillos, refrescos y hasta cerveza. En 1957, se casó con el paciente Ricardo Thompson, con quien tuvo cinco hijos, a los que el gobierno...

To continue reading

Request your trial

VLEX uses login cookies to provide you with a better browsing experience. If you click on 'Accept' or continue browsing this site we consider that you accept our cookie policy. ACCEPT