Adiós al dinero.

AuthorWyss, Jim
PositionBancos, Ecuador - TT: Goodbye to the money. - TA: banks, Ecuador

Ecuador ofrece una lección sobre lo que le sucede a un país cuando se queda sin efectivo.

La idea de que las computadoras de los bancos fallarán (unos días o varios meses) es quizá la opinión más extendida de lo que pasará la víspera de Año Nuevo. Los sucesos recientes de Ecuador nos indican que unos cuantos días sin acceso a fondos pueden tener un efecto devastador para los individuos en particular y para la economía en general.

Ante el colapso del sistema financiero, la noche del domingo 14 de marzo el gobierno ecuatoriano llegó a la triste conclusión de que no podía permitir que los bancos reiniciaran sus operaciones al día siguiente. El "feriado bancario" nacional se hizo público a las 6 a.m. del lunes. La mayoría de los ecuatorianos no vieron el anuncio televisado, y se enteraron cuando tropezaron con las puertas cerradas de los bancos y descubrieron que los cajeros automáticos no funcionaban.

El feriado bancario mantuvo los bancos cerrados nueve días, e incluso hoy algunos fondos siguen congelados bajo regulaciones estrictas. Como ilustran los siguientes relatos, cuando la gente se queda sin dinero, también pierde la capacidad de gobernar su existencia.

SEGUNDO ENRIQUE MACAS, Sastre

Segundo Enrique Macas cuantifica sus tribulaciones económicas con la cantidad de trajes que los clientes nunca recogieron en su pequeña sastrería en el sur de Quito. Sus problemas equivalen en este momento a 18, y esa pérdida se la achaca al cierre bancario, que ocurrió hace ya cinco meses. "Los clientes nunca los recogieron", dice Macas mientras despliega una tela. Macas, que tiene 60 años, y sus dos asistentes cosen un promedio de cuatro trajes a la semana, lo que significa que perdió un mes de trabajo.

Como la mayoría de sus vecinos en el dinámico distrito comercial, Macas mantuvo abierta su sastrería Trajes Su Elegancia durante el cierre bancario, con la esperanza de que nuevos clientes trajeran el efectivo tan necesitado. Pero no fue así. "Estábamos abiertos pero nadie venía", recuerda. "Hasta los que tenían dinero tenían miedo de gastarlo, porque nadie sabía cuando los bancos volverían a abrir. Todo se paró".

Como muchos ecuatorianos, Macas tuvo que pedir dinero prestado a familiares y amigos para sobrevivir. Ni siquiera trató de abastecer su establecimiento con los US$50 en materiales que utiliza semanalmente para mantener la operación.

Aunque el cierre bancario duró poco tiempo, el negocio todavía no se ha recuperado y nadie ha ido a pedir su...

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