Diplomacia y los asuntos americanos en el siglo XIX

AuthorIgnacio Ruiz Rodríguez
Pages435-494
CAPÍTULO VII
DIPLOMACIA Y LOS ASUNTOS AMERICANOS
EN EL SIGLO XIX
Introducción
La casi persistente crisis económica que se vivía en el seno de la Monar-
quía Hispánica, unida a la crisis política que había conllevado la ocupación de
la península por Napoleón, vinieron sin duda a constituir el elemento base,
aunque no exclusivo, del inicio de la emancipación americana, en donde su
elemento vertebrador se desarrolló a través del fenómeno de las Juntas
La lucha armada entre realistas e independentistas se iniciaba en torno
al año 1810 en la mayoría de esos dominios del rey, consolidándose a partir
de 1820 toda una amplia nómina de naciones; unas fallidas como fue el caso
del proyecto de Miranda, la Gran Colombia, otras materializadas, como es el
propio caso de los Estados Unidos de América. Así las cosas, tras perderse el
puerto de El Callao, en enero de 1826, los únicos territorios dominados por
los españoles en América habrían de ser Cuba y Puerto Rico.
Pronto, movidos por sus propios intereses políticos y económicos, los Estados
Unidos, el Reino Unido y Francia establecerían relaciones comerciales con las
nuevas autoridades de esas naciones independientes, a la par que llegaba el re-
conocimiento de su soberanía. Mientras tanto, España únicamente abandonaría
definitivamente los planes de reconquista tras de la muerte de Fernando VII, en
el año 1833. Tras ello, en aquella larga regencia de María Cristina y Espartero, ha-
brían de ser las Cortes españolas las que renunciaran definitivamente a los domi-
nios americanos en 1836, autorizándose entonces al gobierno para que pudiera
firmar tratados de paz y reconocimiento con todos los nuevos estados de la Améri-
ca española. Había llegado el momento de sustituir las armas por la diplomacia.
El discurso del Presidente norteamericano James Monroe ante
las Cámaras
Con todo, desde Washington, el 7 de diciembre de 1819, remitía el em-
bajador de España ante los Estados Unidos Mateo de la Serna927 un oficio al
927 Mateo de la Serna fue embajador de España ante los Estados Unidos de América, entre el 10
de mayo de 1819 al 12 de abril de 1820.
436 Ignacio Ruiz Rodríguez
virrey Ruiz de Apodaca, en ese momento ya Conde del Venadito928, en donde
entre otros papeles incluía el discurso pronunciado por el Presidente nor-
teamericano James Monroe929 ante ambas Cámaras, en el cual España y las
futuras relaciones que éstos tendrían con la misma constituían el grueso del
mismo:
Estados Unidos de América. Noticioso nacional del martes 7 de diciembre de
1819. En este día, a las 12, el presidente de los Estados Unidos transmitió a ambas
cámaras del Congreso por Mr. Santiago Monroe el siguiente mensaje. Conciudadanos
del Senado y de la Cámara de los Representantes. Estando adelantados los edificios
públicos que deben proporcionar la comodidad al Congreso, me congratulo sincera-
mente con vosotros que volváis a comenzar vuestros… en el Capitolio. Comenzando a
examinar los incidentes más dignos de atención desde vuestra última sesión, siento te-
ner que deciros que en muchas de nuestras principales ciudades se han experimentado
enfermedades. Que una extraordinaria sequedad ha reinado en el interior y occidente
de los Estados y que un desarreglo en algunos de nuestros bancos ha afectado su crédi-
to en razón de aquellos. Yo soy feliz, sin embargo, en poderos asegurar que la salud de
nuestras ciudades está complemente restaurada. Que el producto del año aunque me-
nos abundante que por lo común, no solo es suficiente para nuestro consumo interior,
sino que dará un gran remanente para suplir las necesidades de otras naciones, y que
el desorden en la circulación del papel moneda, estando aplicados todos los remedios
que se han creído oportunos y por el buen sentido y virtud de nuestros conciudada-
nos ha disminuido. Habiendo informado al congreso en 22 de febrero último, que
un tratado de paz, establecimiento y límites había sido concluido en esta ciudad entre
los Estados Unidos y España, y ratificado por las competentes autoridades de ésta, se
confirió absolutamente que sería ratificado por S.M.C. con igual prontitud e igual
deseo positivo de terminar con las condiciones de este tratado las diferencias que han
existido tanto tiempo entre las dos potencias. Cada objeto que se proponía en él se creyó
justificado para su conclusión y las grandes pérdidas que han sufrido los ciudadanos
de los Estados Unidos por los cruceros españoles más de 20 años antes, no han sido
recuperadas. De estas pérdidas se tomó conocimiento y se providenció por un tratado
desde el año de 1812, que aunque concluido en Madrid no fue ratificado por el gobier-
no de España, ni desde aquella época hasta el año pasado en que fue suspendido por
el último tratado una provisión más satisfactoria para ambas partes. Otras diferen-
cias se han suscitado en este largo intervalo que hieren los más grandes intereses de la
unión, las cuales fueron del mismo modo reservadas en este último tratado930.
Añadía el informe del embajador español, que “el fue formado con gran
consideración y un conocimiento pleno de todas las circunstancias, habiendo estado la
materia de cada artículo años en discusión, y habiéndose hecho referencias respectivas
928 Tras la victoria de las tropas del virrey Ruiz de Apodaca contra el navarro Mina y sus aliados,
el 27 de octubre de 1817, y en correspondencia a la costumbre napoleónica tan usada en aquellos mo-
mentos, recibía el título de Conde del Venadito.
929 James Monroe fue el quinto Presidente de los Estados Unidos tras vencer a la candidatura fede-
ralista en las elecciones de 1816. Con respecto a su presidencia, indicar que fue calificada como la “era de
los buenos sentimientos, donde todo el mundo estaba en paz y los esfuerzos se centraban en el progreso económico”. Este
fin no habría de durar demasiado tiempo, ya que la expansión hacia el oeste se encargaría de reabrir el
debate entre los estados esclavistas y los abolicionistas, sin dejar de lado el drama provocado por la revolu-
ción industrial, fundamentalmente en la zona este, con las consecuentes tensiones sociales.
930 A.G.I., Estado, Leg. 34, N. 2.
La formación de las fronteras estadounidenses en la América española 437
y el ministro de España a su gobierno, en los puntos que miraban a la mayor diferencia
de la opinión que prevalecía en el congreso. El fue formado por un ministro debida-
mente autorizado para este fin, que había representado su gobierno en los Estados
Unidos, y empleado en esta larga negociación muchos años y que no se puede negar
desempeñó estrechamente, según la memoria de sus instrucciones. La fe de España
quedó empeñada en estas circunstancias a la solemnidad de su ratificación por parte
de los Estados Unidos se accedió evidentemente a este tratado, con el ánimo de con-
cesión y conciliación. La indemnidad por las injurias y pérdidas tanto tiempo antes
sufridas y ahora segunda vez conocidas y providenciádose sobre ellas, se dispuso fueren
pagadas sin gravamen del tesoro de España por el territorio decido por la España, por
el que nuestros reclamos se creían bien fundados, se cedió por los Estados Unidos otro
territorio de gran valor, y que era una cuarta parte más interesante para ella. Esta
cesión fue sin embargo recibida como un medio para pagar a nuestros ciudadanos
una suma considerable a que presumía ascender sus pérdidas. Otras consideraciones
de gran peso apresuraban la cesión por España de este territorio. Él estaba rodeado del
de los Estados Unidos por cualquiera parte, a excepción de la del océano. España ha-
bía perdido su autoridad en él, y cayendo en manos de los aventureros unidos con los
indios era el origen de un incesante perjuicio e injurias a nuestra unión en muchos de
sus más esenciales intereses931.
Continuaría el discurso del Presidente de los Estados Unidos ante la Cá-
mara, indicando que como consecuencia de esta cesión, España abandona-
ba un territorio en realidad no tenía ningún valor para ellos, obteniendo
a cambio concesiones de la mayor importancia, como era “el acomodo de las
antiguas diferencias que tenía con los Estados Unidos, que afectaban sus respectivos
reclamos y límites, del mismo modo relevada de la obligación de un tratado referente a
dicho territorio, que ella no había cumplido, y además de la responsabilidad incidente
de los más frecuentes y perniciosos abusos de sus derechos, donde ella no podía mante-
ner su autoridad. Y siendo notorio que el tratado fuer formado bajo estas circunstan-
cias, no se dudaba de ningún modo que S.M.C. lo hubiera ratificado inmediatamente.
Yo siento tener que manifestar que estas esperanzas fundadas no tuvieron éxito que el
tratado no se ratificó en el tiempo estipulado, ni jamás en lo sucesivo. Como es impor-
tante que la naturaleza y carácter de esta inesperada ocurrencia sea distinta y mani-
festada, creo que es de mi deber, comunicaros todos los hechos y circunstancias de que
tengo noticias referentes a ella932.
Se trasladaba a los allí presentes el deseoso de prevenir toda futura rup-
tura con España, “dando el más pronto cumplimiento al tratado que había sido
concluido entonces y particularmente el restablecimiento de un gobierno en La Florida,
que conservase allí el orden. El ministro de los Estados Unidos que se había mandado
recientemente cerca de S.M.C. y a quien la ratificación por su gobierno había sido
cometida para ser canjeado por el de España, fue instruido de transmitir al último al
departamento de estado tan pronto como pudiese verificarlo en un navío público pues-
to a sus órdenes con este fin. Por una demora inesperada que ocurrió en la ratificación
931 A.G.I., Estado, Leg. 34, N. 2.
932 A.G.I., Estado, Leg. 34, N. 2.

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