Bajo nueva luz.

AuthorPoole, Claire
PositionTras r

El sector de la electricidad se ha apagado un poco en América Latina. Hace sólo dos años, desplegaba una gran actividad. Las multinacionales se apresuraban a abrir oficinas, firmar acuerdos de empresa conjunta y adquirir activos del sector en Sudamérica.

Pero la euforia inicial ha mermado y se impone la realidad.

Para establecerse en la región, muchas compañías extranjeras pagaron demasiado por convenios iniciales, para descubrir más tarde que desarrollar los proyectos, complacer a las autoridades normativas y conseguir ganancias tomaba más tiempo del que esperaban.

"Definitivamente se ha logrado progreso", dice Jason Feer, editor del boletín Latín American Power Watch, de Washington. "Pero también se ven expectativas más realistas. Muchas compañías han estudiado a fondo los proyectos y han decidido que no les conviene o son más exigentes a la hora de elegir".

Con la entrada de empresas extranjeras, el sector de la electricidad también ha mejorado su capacidad de competencia, lo que ha bajado las tarifas y las ganancias.

"Para las grandes multinacionales, la electricidad es más un negocio de volumen que un negocio marginal", afirma Mario Epelbaum, analista de Morgan Stanley Dean Witter. "Les gusta desarrollar muchos proyectos y recuperar su capital rápidamente, lo que ha bajado el índice de ganancias".

La consolidación puede ser la próxima oleada, tanto para alcanzar economía de escala como para aprovechar el crecimiento más rápido en mercados vecinos. La región ya experimenta una mayor integración transnacional, con colosos chilenos como Endesa y Chilgener que compran activos en Brasil, Argentina, Colombia y Perú.

"Brasil será el motor de la integración", dice Hugo Rincón, director ejecutivo de la Comisión de Integración Eléctrica Regional (CIER), grupo con sede en Uruguay formado por unas 250 compañías dedicadas a la generación, transmisión y distribución de electricidad.

Algunos países sedientos de energía incluso firman convenios de abastecimiento con vecinos con más recursos eléctricos. Venezuela (que cuenta con mucha energía hidroeléctrica barata) exporta electricidad a Colombia y hace poco firmó un acuerdo para hacer lo mismo con Brasil, que ya importa cierta cantidad de energía de Argentina y Paraguay. Incluso hay un plan para interconectar las redes eléctricas de varios países centroamericanos.

Se espera todavía más. Se construyen enormes gasoductos para llevar gas natural de países que tienen grandes yacimientos, como Bolivia y Argentina, a plantas eléctricas en países como Brasil y Chile.

Pero aun estos acuerdos no siempre han funcionado. Enron, por ejemplo, abandonó recientemente un proyecto para enviar 1.000 megavatios de Argentina a Brasil. ¿La razón? Una portavoz de Enron dijo que las conversaciones con el gobierno estaban estancadas debido a la interpretación de varios requisitos técnicos de la licitación. Pero los analistas dicen que la compañía sencillamente ofreció muy poco y no pudo comprar electricidad al precio adecuado para que la empresa fuera rentable. Se dice que Endesa, de Chile, estudia el acuerdo.

Menos vigor. Chile fue el primero en privatizar su sector eléctrico y el exceso de capacidad se ha convertido en una gran preocupación. Pero los analistas no parecen inquietos. "Las empresas chilenas tienen planes muy racionales", dice Alvaro Pereyra, analista de Santander Investment en Santiago.

Aunque la demanda de electricidad ha perdido vigor en los últimos años, todavía crece a un ritmo saludable. Entre 1990 y 1996, la demanda interna aumentó el 9,3% por año, y a fines de 1996 llegó a 6.716 megavatios de capacidad instalada, según la Comisión Nacional de Energía de Chile. El gobierno pronostica que la demanda seguirá en alza, alentada mayormente por el auge minero de Chile.

En el futuro del sector eléctrico chileno hay una cuestión importante: el agua. La mayor parte de la capacidad generadora del país proviene de la energía hidroeléctrica; el resto procede de plantas termoeléctricas, sobre todo a carbón. Pero en 1996 la generación eléctrica de las represas bajó al 56%, mientras las plantas de combustibles fósiles produjeron el 44%, debido mayormente a la sequía de 1995-1997. La controversia sobre los derechos de explotar los ríos, así como las fuertes protestas de grupos locales y ambientalistas preocupados por la inundación de los valles, ha obstaculizado futuras obras hidroeléctricas.

Una solución es usar gas natural. Compañías argentinas, canadienses, estadounidenses y chilenas tienden gasoductos a toda prisa sobre los Andes, desde Argentina, rica en petróleo. Por ejemplo, CMS Energy, de Estados Unidos, y Endesa, junto con Astra y Plus Petrol, de Argentina, construyen una planta eléctrica de 710 megavatios...

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